Mittwoch, März 30, 2005

EXPLICAR LA REALIDAD A TRAVÉS DE LA MAGIA

Por Mariela Ruth Gómez *


Con Miguel Ángel Estrella, músico de fama internacional, hoy embajador de la Argentina ante la Unesco



El Norte Argentino es una región de bellas y enigmáticas leyendas que, custodiadas por sus habitantes, guardan celosamente la magia, los secretos que envuelven cada una de ellas. Atrayendo a incrédulos, ofreciendo el poder de ahondar y rescatar el origen profundo de ciertas características de nuestra identidad. Poder descifrar tales historias, recobrar puramente su significado y transmitir su mensaje, requiere arduo trabajo, gran imaginación y, por qué no, de magia. Julio Carreras (h) ha logrado en sus cuentos una pacífica convivencia entre estas historias, su experiencia personal y variantes especialmente fantásticas. El autor es un hombre dueño de un don muy especial... el de transformar la realidad en poesía. Con cuarenta y tres años es autor de cuatro novelas, dos libros de cuentos, múltiples ensayos y libros de poesías donde su cálida y pacífica personalidad se transmite en cada línea. Estudió artes plásticas en la Academia Nacional de Bellas Artes "Juan Yaparí", también música en el conservatorio Rossini de Paula; quizá sea ese aire de artista innato lo que le permite pintar con palabras y traducir en música literaria toda la esencia y ese marco misterioso de nuestra identidad. Su actual trabajo a cargo del suplemento Cultura y Educación del diario EL LIBERAL le permite canalizar gran parte de este talento, que llevó a Mempo Giardinelli a calificarlo como "uno de los escritores del año 2001" ("Así se escribe un cuento", editorial BEAS, Buenos Aires, 1992).

Mariela Gómez: Con respecto a esto último... ¿cómo logras esta conjunción de elementos, en tu obra "El malamor"?
Julio Carreras (h): El cuento del título es una recreación de la leyenda del "almamula"; te digo recreación porque de hecho, creo que los mitos son una base de creación y su interpretación se va transformando a medida que se va modificando la realidad histórica. No se puede contar la leyenda del almamula como lo contaban nuestros abuelos, ahora, en tiempos de aviones y televisión. "El malamor" es un cuento ubicado en los años cincuenta y trata de un hombre maduro, que luego de un matrimonio desafortunado, durante sus vacaciones, conoce a una chica de la cual se enamora y que resulta ser un almamula. Pero en el cuento no se dice que ese animal monstruoso que aparece fugazmente sea ella; aunque quede tácitamente explícito. No es el único elemento que sirve de base a este libro, pues además tiene un sentido de síntesis de los problemas que le interesan al hombre de hoy, respecto de la forma en que se relaciona con los demás y respecto de la forma en que se relaciona, si puede decirse así, consigo mismo. Entonces ciertos mitos santiagueños fundamentalmente han servido de base para algunos cuentos (no para todos). Yo creo que los mitos americanos son una fuerza riquísima para la creación y desde hace unos diez años que acaricio el proyecto de hacer un libro exclusivamente en base a mitos populares. Es un trabajo que posiblemente encare dentro de poco tiempo.
M.: Personalmente, de este libro me impactó el cuento "Negro mano chusa", en el que descarga, sobre la leyenda de "la salamanca" una batería de sucesos irreales, instancias inéditas, increíbles...
J.: Te agradezco mucho. Yo creo que lo que transforma en valioso a un trabajo artístico es su universalidad, no porque necesariamente el autor lo haya intentado con deliberación, sino porque de algún modo se dan naturalmente. En el "Negro mano chusa", por ejemplo, hay muchos personajes que podrían haber sido griegos, alemanes o norteamericanos; entonces un elemento que creo que podría tener importancia es que ese cuento les llega especialmente a quienes tienen mucha sensibilidad, sean de donde sean (te lo digo porque fue publicado en Buenos Aires y leído en otras provincias y despertó un eco particular, incluyendo un director cinematográfico que me dijo "si tuviera los medios -pues tiene muchísimos personajes- lo llevaría en el acto al cine"). Para mí es muy importante, también, la trascendencia; que el cuento o la novela no sean solamente la novela o la historia formal, sino que dejen un sentido trascendente a los lectores -aunque no siempre éste lo descubra racionalmente.
M.: Cuéntenos sobre el génesis, la inspiración de este libro.
J.: El primer cuento que hice, de este libro, no fue en realidad "El malamor", sino otro, incluido en el mismo libro, que se llama "Hijo de Poeta". Este surge de un sueño que tuve y que no pude escribir sino hasta dos años más tarde, porque no encontraba las condiciones de tranquilidad que se requerían para hacerlo -era el año 1977, había dictadura militar y yo estaba preso, en condiciones bastante crueles-; a pesar de ello, lo escribí tal como lo soñé. Me quedó muy grabado, porque había sido como una película en mi mente. Es una historia en la cual un prisionero de las catacumbas cuenta una historia que, de un modo un poco fantástico va a ir a culminar en la figura (en parte simbólica) del emperador Nerón. Este cuento, casi textualmente se puede decir que es el "plagio" de un sueño. Ese fue el primer cuento de este libro. Y en base a éste se fueron enhebrando otros. Los tres primeros cuentos que escribí de esta serie son: "Hijo de Poeta", "Negro Mano Chusa" y "La piel de Renata." Esta última es la historia de un pintor que encuentra a "la mujer perfecta" y quiere representarla en un cuadro, pero no lo logra; toda la obra se basa en los intentos desesperados de este hombre por plasmar la belleza (la esencia de su belleza) de esta mujer -que es una modelo internacional.
M.: En sus relatos la mujer parece distante, difícil de alcanzar, mala o buena: pero casi siempre inaccesible: ¿Cuál es el verdadero sentido o el papel que le da a la mujer en sus obras?
J.: Considero que la mujer es mucho más importante de lo que hasta ahora la ha considerado la historia de la humanidad -escrita por hombres-; creo que justamente por eso está omnipresente en mi trabajo... Pues al percibir lo que te dije, esa importancia acumulada y no manifestada, de la mujer a lo largo de los siglos, trato en lo posible de transmitirlo y compartirlo con los lectores...
M.: Pero también percibo algo, un poco más complejo, más personal...
J.: Personalmente me obsede la idea de que la mujer representa el camino de la perfección y la perdición para el hombre. Tanto la caída como la salvación se logran a través de una mujer, en las más antiguas tradiciones teológicas. Siento que el camino para nosotros, los hombres, puede estar en perseguir esa ensoñación que por lo general nos acosa a los poetas desde la infancia: la mujer ideal, dispensadora de calma, confianza, paz y perdón. La mujer virginal, que al unirse al hombre también lo mata -y se mata a sí misma-, pues allí termina su trayectoria material para convertirse ambos en puro espíritu... La metáfora de Romeo y Julieta creo que es esa: la de un amor perfecto, que culmina con la unión definitiva, que no se produce ya en este mundo -pues la limitación material del cuerpo hace eso imposible... Y en lo personal, podría decirte muchísimas cosas, hablar horas sobre el tema, incluyendo el de que por cierto he vivido -y vivo- cotidianamente incluido en esa metáfora, de que te hablé; pero eso tal vez no sea apropiado conversarlo en un reportaje literario.
M.: Si es que lo está: ¿hacia qué tipo de lector está orientada tu obra en general?
J.: Yo escribo como pintar, como filmar, como hacer música; nunca he dejado de lado ninguna de esas actividades, con las cuales me he educado desde que nací (no es una metáfora: mi padre, que también era poeta, tocaba en su violín la "Serenata de Schubert" en el desolado silencio del campo santiagueño, junto a mi cuna de bebé, para arrullarme); entonces, al igual que el cine o la música, mi literatura está dirigida a todos y espero que todos puedan encontrar algo que les pueda interesar allí. Y, aunque para algunos sea comprensible sólo un aspecto de esta literatura, creo que para todos es válida.
M. : ¿Qué intenta transmitir a quienes lean, éste último libro, El Malamor?
J.: El libro contiene varios cuentos y cada uno de ellos, un intento diferente... por ejemplo, una vez tuve una experiencia que me demostró que no siempre se percibe, en un trabajo, lo que se quiere transmitir profundamente. Una vez en Buenos Aires, me encontré con un antiguo amigo mío, abogado, quien fuera también consultor de la UNESCO en Francia, hacía poco. Cuando nos encontramos, en su oficina -muy a lo "ejecutivo de Nueva York"- él me contó que había leído "Negro mano chusa" y que le parecía un cuento excelente... "se nota la mano de un escritor profesional -recuerdo que me dijo- y por partes me recordó a Borges... pero el final, me dice, me pareció muy rápido, casi abrupto". Esto me dejó decepcionado, pues me di cuenta -aunque por cortesía no lo hice notar- de que en realidad este hombre educadísimo no había percibido el sentido oculto de este cuento... que consiste en una metáfora, que sugiere de una manera sutil una salamanca, un infierno antiquísimo, aquí mismo... en nuestro mundo. Este sentido fue captado claramente, fijate, por una chica de 18 años, estudiante secundaria, que me habló de "Negro mano chusa" sin saber que yo era su autor (fue una conversación casual, mágica, en una librería; ella había leído ese cuento en "Clepsidra" una revista literaria de Buenos Aires, que adquiriera poco antes en Marcos Vizoso)... lo cual demuestra que no necesariamente son los intelectuales quienes perciben los sentidos más profundos de las cosas.
M. ¿A qué atribuye ese "toque" mágico que caracteriza a sus obras, tanto en El malamor como en su libro anterior... Abelardo?
J.: Mi concepción de la magia, en el momento en que escribí estas obras -y ahora, con un carácter más complejo va en este sentido; siempre he buscado comprender el sentido de lo metafísico, de lo que sucede por atrás y por encima de lo material, por lo que me interesan mucho las antiguas civilizaciones, donde la magia era el factor desencadenante de la vida; es decir, era lo que existía entre la ciencia y lo divino, formando un tercer elemento relacionante, ocupándose de temas terrenales, sin perder su referencia inmediata a lo sobrenatural. Para mí, el nexo entre Dios y el mundo es la magia; entonces la magia siempre me ha interesado como un elemento imprescindible para poder explicar la realidad... ninguna realidad se puede comprender de una manera profunda si no se apela a un sentido mágico. En el libro Abelardo, la comunicación que se da entre este y su amigo (comunicación sin palabras) es una situación puramente mágica, en la cual se conjugan los elementos metafísicos con los elementos materiales, que se expresan en la conciencia a través de los sentidos del cuerpo. Esta relación, en situaciones particulares -no se si recuerdas la transformación de La Madre en cóndor en cierto pasaje de Abelardo-, logra alcanzar efectos mágicos. Deberíamos decir apróximadamente qué es la magia... bueno... la magia es, principalmente, la comprensión de ciertos mecanismos que tienen las fuerzas ocultas de la naturaleza en manifestarse y su manejo como si se trataran de elementos objetivos. Eso es la magia. Pero la civilización actual -que en realidad es la civilización de fines del siglo XVIII- ha dejado de lado y en algunos casos hasta ha atrofiado el sentido del instinto y de la intuición, que son elementos fundamentales para comprender lo mágico.
M.: La recepción que la sociedad santiagueña le ha dado a la literatura de Julio Carreras (h), ¿lo ha gratificado como escritor?
J.: Estoy muy conforme con el pueblo de Santiago del Estero... -parece el discurso de un político...-, pero realmente es así. Después de una primera etapa, cuando recuperé la libertad (en 1982) en la que fui ignorado totalmente por los "intelectuales" santiagueños (a excepción de Alberto Tasso, cuyo entusiasmo por mi trabajo me gratificó de entrada), luego aparecieron las viejas amistades y con ellas el reconocimiento humano de la gente, que para mí es muy importante... Guillermo Abregú jugó un papel importante en mi carrera literaria, pues cuando lo pusieron como encargado del Suplemento Cultural del diario EL LIBERAL, una de las primeras cosas que publicó fue un cuento mío... y a lo largo de su gestión no cesó de pedirme y publicar trabajos míos, y, algo que es muy importante, fue el primero que obtuvo para mis cuentos una remuneración... después vendría La Voz del Interior, de Córdoba y otros, pero Guillermo fue el primero y a él yo le estoy muy reconocido... Abelardo trajo consigo mi reconocimiento popular como escritor, no sólo el de los intelectuales, sino el de la gente "común" -si se puede decir así. Estoy, pues, muy conforme con el eco de mi trabajo en Santiago.
M: "El proceso" le privó años de libertad (1976 a 1982)... ¿influyó esto en su carrera de escritor?.. ¿cómo?
J.: Recuerdo no sin estremecimientos íntimos que una vez en 1975, agobiado por las muertes cotidianas y la lucha, además de las luchas para mantener a mi familia (yo era recién casado y trabajaba como jefe de personal en una fábrica, en Córdoba; me era imposible ya trabajar de periodista por las persecuciones políticas y había andado casi un año escondido, agarrando trabajos de albañil para subsistir), cansado y transido por el dolor de esa guerra, pensé "me gustaría que me metieran preso por tres años, para poder escribir"... tal vez lo presentí, pero te aseguro que no lo volvería a pensar; lo cierto es que me tuvieron siete años, también a mi esposa y no dejo de dar gracias porque hayamos salvado la vida... Y sí, ello ha influido mucho en mi vida y en mi profesión... pero creo que muy bien, pues como decía Nieztche "todo lo que no te destruye te puede fortalecer" y eso es exactamente lo que conmigo sucedió.
M.: ¿Podía escribir, estando preso? Usted me dijo que escribió su primer cuento "bueno" estando en Sierra Chica, que, si no me aquivoco, fue la misma cárcel en donde lo tuvieron a Juan Moreira...
J.: Sí, no te equivocas... fue allí, en una de aquellas celdas medievales con puerta doble y ventanucos enrejados y altos a los cuales teníamos prohibido subirnos... a los veintisiete o veitiocho años más o menos, recuerdo, una mañana luminosa de otoño... había leído, en La Biblia, un relato que me pareció genial: el libro de Tobías, que me había motivado intensamente (es una obra literaria maravillosa) y parece que actuó en mí como una especie de catalizador de ideas. Mientras almorzaba (muy livianito, para no perturbar mi capacidad creativa), se me ocurrió el argumento, e inmediatamente después me puse a escribir. En una hora había conseguido elaborar un cuento perfecto, el primer cuento perfecto que escribí en mi vida, de más de quince páginas, al que titulé "El hombre que se convirtió en gato". A este cuento lo perdí luego, en una requisa, es decir, un grupo de soldados, suboficiales y oficiales, que entraron en mi celda y con la percepción que tiene el represor para descubrir lo que más te agrada, lo que sientes y quieres, tomaron mi cuaderno y sin tocar absolutamente nada de lo escrito con anterioridad, arrancaron justo ése cuento, destruyéndolo luego. Uno de mis compañeros, a quien le gustaba Fray Mocho, tuvo tiempo de leerlo antes... y con un criterio, no se, tal vez un poco exagerado me dijo que mi cuento le gustaba mucho más que los de Fray Mocho... Para mí fue una gran emoción... y esta experiencia es la que me arrojó a escribir casi todos los cuentos de El malamor.
M.: ¿Cuáles son las características de este cuento, "El hombre que se convirtió en gato", que hacen a tus agresores identificarlo, fácilmente, como peligroso para ellos?...
J.: Esta historia de la "puntería" de los milicos me hizo reflexionar bastante... en un principio me dejó perplejo, aparte de dolorido... porque, según mi criterio, no tenía nada demasiado transgresor, nada directamente "político", o "izquierdista", que era lo que ellos reprimían... era la historia de un hombre joven, quien, al borde de la desesperación, descubre en un viejo libro obtenido de un buhonero, la fórmula para convertirse en gato y escapar sin que lo viera la dueña de la pensión, a quien debía medio año de alquiler... por una serie de encadenamientos de sucesos casuales, comprende luego que, como gato, pero con inteligencia humana (y la posibilidad de retomar su condición anterior) puede enterarse de muchos datos vitales para el funcionamiento de la sociedad... bajo las mesas de los industriales, en las reuniones de los sindicatos, en las de los altos mandos y las reuniones secretas del gobierno, como un inocente gato, accede a las claves del sistema y pronto se convierte en un hombre de poder inmenso... el cuento termina con una metáfora sobre la coprofagia del poder... bueno te lo podría contar a todo, ya que nunca lo volví a escribir: hasta el detalle de que, por supuesto, convertido en magnate luego de hundir a su socio, se queda también con su mujer, una bellísima y peligrosa sílfide que luego termina dándole el mismo tratamiento que a su marido... pero no, no es oportuno en un reportaje. Bueno, ese cuento no les gustó. Mucho tiempo después, llegué a la conclusión de que, aunque eran individuos primitivos y brutales (y justamente por eso, muy instintivos), percibieron que yo había logrado penetrar muy profundamente en los mecanismos que echan a rodar el funcionamiento de la opresora sociedad industrial, es decir, las grandes líneas sobre las que basan el poder los Estados de este siglo (sean capitalistas o comunistas, porque en eso no hay diferencias), particularmente la caracterización del rol de integrador o nexo de las partes del "aparato" social (lo que la jerga industrial llama "el ejecutivo", que hoy juega un papel vital para la estructura de poder) y lo identificaron rápido como algo inquietante, como algo que ponía en peligro -por entendimiento- a ese sistema, del cual ellos eran cancerberos.
M.: ¿Cuánto tiempo dedica, como escritor, a cada una de sus obras?.. puesto que, aparte de esta actividad, es reconocido su trabajo en el diario EL LIBERAL, a cargo del suplemento Cultura y Educación?
J.: Normalmente escribo muchas cosas al mismo tiempo, aunque a veces demoro meses en retomar alguna que dejé en el camino, para entusiasmarme con otro... salvo alguna novela o cuento para los cuales me pongo un plazo y lo cumplo... casi siempre hago cuentos paralelamente, cuando trabajo en alguna novela; esta es una disciplina que aprendí de grandes intelectuales, como Marx o Thomas Mann, puesto que el cambiar de género, significa también una especie de descanso psíquico... Soy un escritor disciplinado, como ves, pues considero eso fundamental. En la actualidad puedo dedicar sólo una hora por día, más o menos, al trabajo literario personal; pero eso no me preocupa, por tres razones: escribo muy rápido, así que tal vez en una hora puedo producir dos o tres capítulos de algo; tengo muchos libros sin editar "de reserva", del tiempo feliz en que mi esposa -con un buen puesto que había obtenido y que no le impedía controlar los aspectos esenciales del hogar- podía apoyarme para que yo escribiera todo el día. Y luego y finalmente, que el hacer la sección cultural de un diario es para mí un trabajo totalmente integrado a mi vocación, hasta el punto que lo considero con seguridad parte de mi profesión de escritor.
M.: El trabajo que conlleva crear una obra, un libro, no sólo consiste en escribir cada una de sus páginas sino también en transmitir a traves de su "fachada" toda la esencia del contenido; buscar y armar un equipo, disponer de capital, etc... ¿cómo se desarrolló este proceso en el libro El malamor?
J.: Muchas veces los escritores optan por entregar sus obras a las imprentas, para que hagan con ellas lo que quieran (eso se justifica y hasta cierto punto, hasta cierto punto, con las grandes editoriales de libros, que aquí no las hay); por el contrario, a mí me gusta ocuparme de cada detalle de mis libros, como si fuese una artesanía. Por ejemplo, para la tapa de Abelardo, sacamos más de cien fotos de una modelo, con diferentes ropas o sin ellas (naturalmente en situaciones expresivas que le iba creando yo, en el campo o en escenarios particulares y un fotógrafo, Gustavo Tarchini, de gran profesionalidad) Para representar la tapa de El malamor trabajé al principio con un grupo conformado por una psicóloga y actriz, joven, muy linda y expresiva, un músico de rock que tiene una pinta de duende de cabellos largos, genial y gran plasticidad, otro actor joven, un fotógrafo tucumano que además es actor... en fin, un equipazo... llegamos a hacer tres o cuatro ensayos muy buenos, con ellos haciendo expresión corporal, con música de Manolo Juárez, de Pablo Aznárez y Litto Nebbia y sacamos varias fotos... Pero luego se empezaron a entrecruzar cuestiones personales, diálogos encontrados y muy largos, malosentendidos... no resultaba, pues debíamos ser ejecutivos, ya que el tiempo no sobraba. Así que finalmente decidí cambiar sobre la marcha, llamé a una adolescente muy bella, Pamela David, a un arquitecto que también es actor, ya maduro y con ellos y el infalible Gustavo Tarchini, hice las fotos, que esta vez sí, resultaron bellísimas y ya elegí una de ellas para la tapa. Como ves, la edición de un libro en estas provincias (al menos si uno lo quiere hacer al mejor nivel) es un emprendimiento que moviliza actores, modelos, camarógrafos... todo un mundo que se mueve alrededor de lo que, finalmente, resulta simplemente en una buena tapa que exprese el sentido del libro y atraiga al lector.
M.: ¿Cuál es el sentido de tu obra, si crees que tiene alguno?
J.: Alabar a Dios. Digo ésto con cierta osadía, pues la civilización centroeuropea del racionalismo ha calado hondo en estos tres últimos siglos y ha llegado a considerarse "de mal tono" que un intelectual hable de Dios. Pero mi obra, como mi vida misma, está consagrada a desarrollar este "talento" (en su sentido bíblico) que me ha sido otorgado junto con mi persona al nacer. Y dentro de este sentido global, otros: la búsqueda de los orígenes de la humanidad, cuestión que me interesa sobremanera; las posibles razones por las cuales se destruyen los vivientes, las de por qué se aman, en fin, creo que la mayor parte de ellos explorados y hasta obsesivamente buscados por las artes y las ciencias desde hace siglos, pero no por ello menos vigentes.
M.: ¿Para usted es muy importante el éxito?
J.: Sí, el éxito es necesario como una forma de constatar que el trabajo de uno posee verdadero valor. Pero no me refiero al éxito que generalmente se entiende por tal.
M.: ¿Qué significa la palabra "éxito" para usted?
J.: Primero te diré, si me permites, lo que no significa. Hay dos maneras de interpretar el éxito que son equivocadas y justamente son las que la gente común sustenta. Una es creer que éxito es recibir aclamaciones y la gente lo reconozca a uno y "le palmee el lomo", como vulgarmente se dice. La otra, que sus libros se vendan mucho. Pero el verdadero éxito no se mide fácilmente, tampoco se lo percibe fácilmente, pues se trata de algo esencialmente inmaterial. El éxito que el escritor consciente busca es en el interior del lector. Es decir, que en el interior del lector, en su corazón, en su mente, se produzca una transformación. No en el sentido de cambiarle la ideología o algo por el estilo, sino de que el lector le crea a uno, crea en el mundo que le está entregando y lo haga suyo. Entonces, al hacer suyo el mundo que tú has creado, ese lector ya ha modificado su mundo , ha incorporado el tuyo. Y ha enriquecido el suyo. No importa entonces la cantidad de lectores. Con uno que te lea y acreciente su mundo, tu misión como escritor está cumplido y tu vida tiene sentido.
M.: ¿Cuál es ese sentido?
J.: El de encarnar la función de "creador". Pues al hacer un mundo creíble, un mundo que se incorpora a la imaginación del lector, que "te cree", al autor cumple la más elevada posibilidad que se nos dio a los humanos: la del creador. Has creado mundos que existen. Existen enla mente del lector.M: ¿Cuáles son tus planes futuros e inmediatos? J.: Hay varias cosas. Una película pendiente, cuyo guión ya está hecho por Ricardo Aznárez, sobre "El malamor"... continuar con Quipu, cosa que haremos con Silvia Píccoli (ella se está ocupando también de tipear en computadora "El alma en cada abrazo", la última y una de las más largas novelas que escribí)... pero lo más concreto, lo que se dará en poco tiempo, es fundar una editorial, que trabaje sobre la demanda de hipotéticos lectores del centro, el oeste y el norte del país... eso ya está en una etapa avanzada de gestación... o, mejor dicho, se puede decir que ya ha empezado, con El malamor.


Entrevista grabada en tres sesiones, durante el mes de enero de 1993


* Mariela Ruth Gómez (21 años al momento de este reportaje), es maestra de música en un jardín bilingüe; estudió piano e inglés; en la actualidad cursa 3er año de la Licenciatura en Comunicación Social en la UCSE; trabajó como reportera de televisión. Esta entrevista fue publicada en la revista Quipu de Cultura, No.8 y la Sección Cultura del diario La Voz (San Francisco, Córdoba). Posteriormente se graduo en la Universidad de Navarra.


Julio Carreras (h) -al medio- en el campo, con su esposa, sus hijas, el Chacho (perro) y Stefan, un amigo alemán. Fernández, Santiago del Estero, principios de 1989.